Viernes, 21 de diciembre.
Después de una larga noche, acurrucada entre aquella cálida chaqueta, todavía Marie seguía dormida en aquella sucia casa de cartones hecha por ella, abrazada a su pequeño peluche, asustada por la soledad, por el temor a que un extraño viniera y se apoderase de ella, Marie, no quería seguir estando sola por lo que pudiera pasar, sus abrazos hacia su peluche eran cada vez mayores, ella necesitaba cariño, alguien que se ocupase de ella, alguien que cuidara de aquella niña.
A la bella luz del alba en uno de tantos días tan fríos, pensativa, sin saber qué hacer una vez más, decidí agarrar a mi peluche, mirar las nubes moverse y ver formas pasar, una tras otra.
- ¡Mira Abrazitos, esta nube se parece a ti! - exclamó la niña, tratando de sonreír.
Mis manos eran cada vez más frías, metí mis manos en aquella chaqueta de grandes bolsillos. Poco tiempo después me dí cuenta de que algo había dentro de aquellos bolsillos, era un pequeño pergamino de papel, dónde ponía el nombre de una calle y el nombre de un chico, "Bryan J. Thompson, Sadovaya Street, 128".
- ¿B..Bryan? ¿¡Quién es Bryan!? ¿¡Será aquel viejo señor!? - estaba tan nerviosa que mi cabeza empezaba a hacerse preguntas de todo tipo.
Salí gateando de aquella caja de cartón y vi que alguien había dejado unas monedas justo delante de mí, en una especie de trapo sucio.
- ¡Bien, creo que nos dirigiremos allí! - respondió un tanto ansiosa por aquella situación.
Seguidamente, me acerqué a una señora, preguntándole dónde estaba la parada del bus para ir a aquella calle y casualmente me acompañó ya que ambas cogeríamos aquel bus..
Después de un lento viaje de 45 minutos llegué a Sadovaya Street, 128, en busca de Bryan, no pararía mi búsqueda si no encontraba a aquel chico, todavía mis preguntas seguían rondando por mi cabeza, ¿Es el señor? ¿Es alguien importante? ¿Quién es y por qué puso esto? mi ansiedad era cada vez mayor, no podía soportarlo, la soledad se hacía cada vez peor y yo no podía parar si no encontraba a aquel hombre..
¿¡Marie..!? ¿¡Maaarie..!? - escuché unas voces a lo lejos, a la vez que mi vista era borrosa.
- H.. Hola.. ¿Qué hago yo aquí? Huele como a hospital - pregunté algo confusa.
- No te preocupes princesa, estás en buenas manos, no hace ni una hora estabas caminando y te has desmayado. Estás deshidratada. Aquí cuidaremos de ti, tienes mi palabra. - Dijo un hombre de pelo negro y alto, parecía un hombre simpático.
- ¿C..Cómo he llegado hasta aquí?
- Eso no importa, ahora, vamos a curarte, debes comer y descansar. Abrazitos se pondrá muy contento por ti y nosotros también.
- ¿Podrías quedarte aquí conmigo Doctor?
- Ahora debes recuperarte, Marie, volveré luego, te lo prometo. - Le dijo el doctor, acariciándole la barbilla.
Seguía en el hospital, pero el Doctor ya me había tranquilizado, pasamos la tarde sentados, riendo en la cama de aquella fría habitación, me contó unos chistes y, por haberme portado tan bien, me trajo unas tabletas de chocolate como recompensa, al fin y al cabo, el azúcar me sentaría bien después de todo. No tenía nada de sueño, me daba demasiado miedo dormir allí sola, por lo que, de nuevo, vino a contarme un sinfín de anécdotas divertidas. Y horas después, nos quedamos allí dormidos, me sentía bastante protegida, y la noche era muy tranquila.
Capítulo 4 - Marie Evans: El pasillo.
domingo, 26 de enero de 2014
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