Domingo, 23 de diciembre.
Una hoja más en mi calendario, un día más que pasa, un día antes de lo que era la Nochebuena, un día entrañable para estar rodeado de tu familia, para mí, un día como otro cualquiera.
Poco a poco, ya empezaba a recordar, y yo, allí me encontraba, con el Dr. Charles, quien a cada momento del día era mi mejor compañía, no importaba el momento, su presencia era siempre agradable, Charles siempre me regalaba cada segundo de él, me contaba anécdotas, me daba chocolate si me portaba bien, hasta me cantaba canciones.
Abriendo los ojos, muy poquito a poco, mi vista iba volviendo a la normalidad, dejando de ser borrosa y allí, estaba Charles..
- Que ojos tan bonitos tienes, Marie. - me dijo acariciándome la barbilla.
- Gracias, Doctor. - le respondí sonriente y él me sonrió de vuelta.
Charles, tenía trabajo, pero traté de convencerle para salir ahí fuera, necesitaba tomar el aire, ver gente nueva, caminar y lo más importante, recordar.
- ¡D.. Doctor! ¡E..espera! - le dije sentada, desesperada por salir de allí.
- Volveré cuanto antes, no te dejaré sola. - Cerró la puerta, apenas me dejó hablar, por lo que me dejó con las palabras en la boca, quizás ni me oyó.
Una vez más, decidí salir de aquella fría y aburrida habitación y meterme en aquellos pasillos lejanos a la habitación, pasillos llenos de alegría, de gente, parecían agradables. Yo, iba con mi silla de ruedas, sin rumbo alguno, solo quería respirar fuera de aquella habitación, tener algo de libertad, lo necesitaba.
De nuevo, me detuve, alguien caminaba por ese mismo pasillo, el sol iluminaba su rostro, incluso aquella cara me parecía un tanto familiar. Una vez más, empecé a recordar y a recordar, todo eran pensamientos de días pasados, pero que en mi cabeza seguían aún presentes. - me deslicé hacia allí, donde había visto a aquel señor tan familiar, pero.. se metió en una de las puertas de la consulta, en neurología exactamente.
Esperé a ver quien era y hacia dónde se dirigía.
Él era el hombre de mis pensamientos, sí, ¡es aquel señor a quien conocí cuando ambos estábamos sentados en un banco! quien a pesar de conocer tan poco guió mis pasos y quién me protegió en aquel frío día cuando la lluvia calaba cada parte de mi. Ahora, necesito saber por qué se fue, por qué lo hizo dejando sola a una niña como yo.
No importaban los minutos, pues allí esperaba, impacientemente..
Capítulo 6 - Marie Evans: Sorpresas de la vida.
miércoles, 29 de enero de 2014
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