Se acercaba la Nochebuena, cada vez estaba más cerca, yo cada vez estaba más nerviosa porque apenas sabía con quién la iba a pasar, lo más seguro es que estuviera sola y encerrada en aquella fría habitación, viendo pasar los días y pensando en aquella gente alegre, cantando villancicos, cenando, sonriendo y disfrutando con sus familias, mientras yo, estaba aquí, en una cama, entre cuatro paredes deprimentes, sin poder salir..
Era el momento, el pomo de la puerta se abría y de esa sala salía él, un tanto extraño, un tanto triste. Me esperé a que se alejara de toda esa masa de gente que había en aquel pasillo, para acercarme y hablar con él. Me detuve un momento, él estaba en una de aquellas sillas, llorando, creo que no era el mejor momento, pero, aún así, lo intenté.
- ¡Señor! ¡Señor! soy Marie ¿Te acuerdas de mí? soy Marie, aquella niña que.. - su cara llorosa miró mis ojos.
- Lo siento Marie, pero no sé quién eres, ni qué hace una niña tan pequeña como tú aquí.
- Por favor, señor, puedo explicarlo.. - Yo seguía insistiendo, sabía que era él, pero quizás no quería aceptarlo por cualquier circunstancia.
- No tienes que explicar nada, pequeña.
- Por favor, ¡escúchame! ¡soy tu amiga, la pequeña Marie! ¿No me recuerdas?
- Ni te recuerdo, ni te conozco, has debido confundirte, pequeña. - Le respondió algo confuso, y, seguidamente, se fue de aquel lugar, sin apenas decir adiós.
Estaba claro que no quería ser mi amigo ya nunca más, que por eso se fue aquel día dejándome sola, que estaba muy raro y que yo, estaba más sola que nunca y tenía que asumirlo de algún modo, tan solo me quedaba Charles y mi pequeño Abrazitos.
Hoy, era un día especial, tan especial que no tenía a mis padres, ni a aquel muchacho a quien iba a visitar todas las navidades a mi tienda favorita, sí, mi amigo Jean que también se fue al cielo y está ahora con mis padres, pero estoy segura que cuidará mucho de ellos, él siempre ha sido un magnífico amigo. Una pena que todo acabase tan rápido.
La noche ya estaba a punto de llegar, miraba hacia la ventana de la habitación, la desesperación era cada vez mayor, las luces navideñas de la calle estaban encendidas y no sabía nada de Charles. Abrazitos era mi única felicidad, era increíble, pero esta era la cruda realidad.
Empezaba a anochecer, las estrellas iluminaban el cielo, la noche estaba muy bonita y el frío me hacía cada vez más la piel de gallina.
- Cerraré la ventana y me dormiré. - me dije. - mañana ya será otro día.
Justo al cerrar los ojos, alguien tocó a la puerta, mientras yo, muy extrañada, le dije que pasara.
- ¡Mi pequeña! ¡Ponte guapa! ¡Hoy te vienes a casa con la familia y conmigo! - me dijo una voz masculina, muy alegre.
- P..Pero.. - dije algo avergonzada, ya que yo allí no conocía a nadie.
- ¡Nada de peros, es Nochebuena! ¡Y tú te vienes con nosotros/as, verás que divertido!
- No, doctor, me quedaré aquí con Abrazitos, además, estoy sucia y solo tengo una prenda de ropa.
- ¡Nada de eso! ¡Te ayudaré y nos iremos, no te dejaré sola en este día tan especial!
Después de eso, me di un relajante baño, me peiné y me puse mi vestido floreado, estaba ansiosa, no sabía como sería su familia, pero, algo en mi cabeza me decía que iban a ser igual de divertidos que él, de esto estaba realmente segura.
Tenía un coche muy bonito, una casa enorme y una familia.. ¿Y la familia?
Charles abrió la puerta y. - ¡BIENVENIDAAAAAAAAAAAAAAA! - toda la familia me dio una gran bienvenida, es como si fuera una hija, es como si Charles ya hubiera hablado de mí a todos ellos.
¡Siéntate y sírvete pequeña, hay de todo!
Me quedé boquiabierta de la gran mesa que pusieron, era increíble, pero más increíble era como él me quería tanto que me ofrecía su casa, su mesa y hasta vino a buscarme para estar con él y con su familia, era incapaz de verme allí sola.
Entre risas, chistes y horas cantando villancicos, yo ya por fin tenía apetito, ya había comido mucho, después de aquellos horribles desmayos lo necesitaba, ya que sino, empeoraría, los dulces estaban excelentes y mi paladar tenía ganas de probarlo todo.
Mientras el resto cenaba, yo pasaba la noche con Abrazitos, en la ventana, asomada, el frío empañaba la ventana, por lo que me puse a hacer algún que otro dibujo, momentos antes de mirar aquella noche tan preciosa.
- ¡Contaremos estrellas! - le dije a Abrazitos, muy contenta de poder haber estado allí.
Una estrella fugaz iluminó mi mirada durante segundos y fui rápidamente a contárselo a Charles, quien me convenció para pedir un deseo.
Después de minutos jugando con Abrazitos, Charles me llamó, algunos de sus familiares, también me llamaban, era increíble el cariño que me tenían todos en tan solo un día..
Estaba impaciente, no sabía que querían, todos se dirigían a una habitación, toda llena de adornos navideños y luces, ¡era todo tan precioso, que no me creía lo que estaba pasando, era todo como un sueño para mi!
Alguien muy gordo, vestido de rojo y con barba canosa se acercaba a mí, dándome cuatro enormes paquetes.
- ¡Es Papá Noel! - estaba tan nerviosa que le abracé y le di las gracias, recibiendo un beso suyo en mi fría mejilla, que a la vez, estaba colorada, del frío que hacía.
Me esperó a abrir los regalos, mi sonrisa era cada vez mayor y mi ilusión a la hora de abrir aquellos regalos era enorme.
Solo sé que mi mayor deseo, se ha hecho realidad esta noche.
Capítulo 7 - Marie Evans: Navidad de deseos.
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