viernes, 24 de enero de 2014

Marie Evans: Diario de la soledad. Capítulo I

Publicado por Alba Alexander en 11:39
Un miércoles, a pocos días de la Navidad.

Marie Evans, hija de Tracy Evans y Arthur Evans, tenía pelo de color negro azabache, le encantaba ponerse el pelo suelto. Acostumbraba a estar callada ya que ella era algo tímida, pero en cuanto cogía confianza hablaba sin ningún tipo de problema. La encantaba pasar la tarde jugando con sus muñecas y dormir abrazada junto a su peluche favorito al que llamaba Abrazitos ya que cuando se sentía mal se abrazaba fuertemente a él. Le encantaba ponerse ropa y sacarse fotos en el espejo con una vieja camara que heredó de su abuelo, la cual funcionaba a carretes. Para sacarse las fotos se ponía su ropa favorita que eran sus vestidos de flores que por su décimo cumpleaños le compró su madre y sus dos petos. Vivía en un pueblecito, muy alegre y soleado, rodeada de muchos animales, por donde paseaba con su bicicleta habitualmente. Respecto a sus padres eran una pareja muy amable, amigos de sus amigos y que disfrutaban pasando la tarde juntos con su hija. Una tarde gris y lluviosa de abril fueron a buscar en coche a Marie a la escuela de ballet, porque Marie disfrutaba haciendo ballet. Aquella tarde no sería igual que las demás, ellos salieron de casa a las 4 de la tarde en coche y fueron al centro comercial más cercano para comprarle a Marie un bonito peto de Hello Kitty, una vez comprado el peto se fueron en coche a la academia para buscar a Marie. Una vez pasadas dos manzanas en un cruce, famoso por los accidentes que allí solían ocurrir un coche de color verde tuya se salto el semáforo y se empotro de lleno contra el coche de los padres de Marie. El que conducía el coche era el dueño de la tienda de discos del pueblo, llamada Breathing Records llamado Jean. A dicha tienda solía acudir a menudo Marie a comprar sus discos favoritos de Michael Munther. Pero tras ese accidente en el que fallecieron sus padres y Jean no acudiría más a la tienda ya que cerraría sin dueño.

Era un día nublado, llevaba horas en la calle caminando, se me hacía eterno, estaba desesperada, no sabía ni a donde ir, ni qué hacer, se me hacía todo tan raro sin ellos, sin sus besos de buenos días, sin ese amor de padres.. - Seguía andando sin mirar hacia dónde, sin rumbo alguno.
A mi alrededor la gente me miraba, incluso se miraban entre ellos como si algo sucediera, aunque mi aspecto no era nada bueno, por lo que decidí alejarme de aquella masa de gente y me senté en un frío banco, a mi lado había un señor, durmiendo entre cartones, yo no tenía nada que hacer, al rato este se despertó y me cedió un trozo de cartón para poder pasar la noche con algo menos de frío. Junto a mí, estaba mi peluche Abrazitos, él me acompañaba allí donde yo fuera y me hacía sentir mejor en esta fría soledad. Me abracé a él y al poco tiempo me quedé dormida, empezó a llover y, entreabriendo los ojos, vi que aquel señor se iba corriendo, yo le seguí, porque sabía que iba a estar mucho más segura, seguidamente, me dejó en un sitio donde casi la lluvia no mojaba y nos protegíamos del frío entre los cartones, yo temblaba de frío, por lo que me cedió su chaqueta con una enorme sonrisa en su cara, a él no le importaba, pues me abrazó y de nuevo, nos dormimos.

Marie Evans: Salir del abismo. Capítulo II

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